Cuando el mundo entero se estremece con las imágenes de la catastrofre de Haití, cuando afortunadamente la solidaridad con las victimas en estos días es un tema prioritario para todos los países y la gente de bien, aquí, en España, tenemos que soportar las desafortunadas y despreciables palabras del pólemico Obispo de San Sebastian, que ha llegado a declarar que nosostros sufrimos un mal mayor al de esos "pobres" como es la pobreza espiritual. Ahora entiendo, por que su designación como Obispo ha tenido el rechazo de la mayoría del clero vasco. Afortunadamente, existen otros como el Padre Angel, Presidente de Mensajeros por la Paz, y otras personas ánominas de la comunidad cristina que nada tienen que ver con este individuo y que no solo rechazan estas palabras, sino lo más importante, actúan, y esta misma mañana han viajado hacia Haíti para colaborar en la tareas de ayuda y reconstrucción.
Hoy, en la puerta del colegio de mis hijas ,un señor estaba ofreciéndonos unas invitaciones para acudir a unas charlas que se organizan en la parroquia del Restón. En ese momento he recordado las palabras de Munilla y reconozco que he tenido la tentación de decirle que ni se molestara en dármelo, pero son precisamente estas personas, las que se merecen por mi parte todo el respeto, esas que voluntariamente hacen el trabajo de calle, el del contacto con la gente cotidiana, con lo problemas de verdad y se merecen ese respeto porque mientras que ellos dan la cara, aún cuando pueden llevarse una mala contestación o un desprecio, los de arriba , los de los crucifijos y anillos de brillantes, los zapatos de Versace, los que se gastan el dinero en campañas de publicidad para recaudar, con estas actitudes, estan despreciando su trabajo, que es el mismo que realizaba Jesucristo. Son gente sin alma, y como dicen en otros foros " después de la muerte ¿ donde va la gente sin alma?"
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